sábado, 25 de septiembre de 2010

CAPÍTULO 1: SED DE VENGANZA


El fuerte hedor a sangre y muerte le otorgaba una clara idea de qué suceso había tenido lugar pocos minutos antes en la celda contigua. Todavía resonaban en su mente los alaridos de la pobre víctima; un hombre cuya sangre era considerada un pecado mortal. Ella mejor que nadie conocía cuales eran las consecuencias de nacer con poderes con los que muggles sólo podían soñar con poseer. Cualquier hijo de muggles que se atreviese a beneficiarse de un poder que, por ley, solamente pertenecía a los magos de pura sangre, era duramente castigado. Sin duda, el mejor castigo que podían recibir era la muerte; una muerte rápida e indolora, sin sufrimiento, sin ninguna clase de padecimiento… Por desgracia, ella no había tenido tanta suerte como el infeliz que acababa de morir.

Cada segundo, minuto y hora soñaba con dejar ese mundo que tan bien conocía, que tanto había amado y ahora tanto aborrecía. Lo único que deseaba era que la dejasen en paz de una vez por todas. No había nada que quisiese más que reunirse con la larga lista de asesinados. Rezaba, a pesar de no ser creyente, porque todo llegase a su fin. ¿Por qué entonces seguía viva? ¿Por qué su corazón seguía latiendo aún cuando deseaba fervientemente morir? ¿Por qué sus pulmones insistían en seguir captando oxígeno si ya no quedaba esperanza para ella?

El familiar sonido de pisadas retumbó ―apenas sofocado por la lluvia exterior― a lo largo del pasillo que llevaba a las celdas. Hermione tembló de puro pánico sabiendo qué significaban aquellos pasos. Pocos segundos después, sus sospechas se vieron cumplidas. La puerta de la mazmorra en la que ella se hallaba recluida chirrió para dar paso a un individuo que la chica conocía a la perfección. Todas las noches, sin importar qué ocurriese, Theodore Nott acudía a su encuentro esperando poder desahogar toda su frustración y mal humor con ella. Pero esa noche algo era diferente. Nott parecía mucho más furioso de lo habitual, sus ojos irradiaban una ira que Hermione nunca había visto antes, y eso le asustó.

Sabiendo a ciencia cierta lo que ocurriría, se puso en pie con lentitud. Sin abandonar ni por un leve instante el apoyo que la pared le proporcionaba, logró quedar frente a él. Esperando el primer golpe, cerró con fuerza los ojos, pero nada ocurrió. Cada vez estaba más y más ansiosa. ¿Qué ocurría? ¿Por qué Nott no la agredía como de costumbre? ¿Por qué no seguía con la tradición que los unía desde hacía dos largos años?

Vacilante, entreabrió los parpados. Un débil gemido ―provocado más por la sorpresa que por el dolor― escapó de su boca cuando Nott le asestó el primer puñetazo de la noche en pleno rostro. Hermione cayó como una roca al suelo, golpeándose el cráneo contra el duro suelo de piedra. Un cálido líquido le empapó el pelo mientras Theodore se colocaba sobre ella para golpearla de nuevo. Una serie de gemidos ahogados brotaron una y otra vez de entre sus labios a cada golpe que recibía. Estaba tan acostumbrada al dolor que para entonces ni siquiera sentía la verdadera necesidad de quejarse, pero era consciente de que no había nada que Nott adorase más que aquellas sutiles muestras de sufrimiento. Cuanto antes quedase satisfecho, antes dejaría de azotarla.

Tras una sarta de puntapiés, Theodore la tumbó boca arriba. Durante lo que a Hermione le pareció una eternidad, Nott permaneció de pie junto a ella, observando cómo las heridas que le había causado se abrían para que la sangre pudiese escapar en pequeños hilos de ellas. Poco después, todavía sin dejar de contemplarla con aquella extraña tensión, se colocó sobre ella limpiándole con las manos el viscoso líquido que le recorría cuello y rostro. Algo no marchaba bien, había algo extraño en todo aquello. Sin poder evitarlo, la castaña emprendió un leve tembleque que no pasó desapercibido para el muchacho de aspecto rudo.

―No temas―susurró él, pasando la lengua por una de las heridas abiertas de Hermione.

Ésa vez sin poder remediarlo, gimió. El contacto de la lengua de Nott le escocía incluso más que sus golpes cargados de ira. Aquel leve gemido, totalmente accidental, provocó que el chico se avivase por completo.

―Eres mía, solo mía, me perteneces―canturreaba mientras hundía los dedos en los magullados muslos de la joven.

Un nuevo quejido afloró de la garganta de Hermione haciendo que Nott jadease de puro placer.

―Eres mía, de nadie más―susurró arrancándole el añejo trapo de celda que vestía.

El vestido se abrió de par en par dejando a la vista un cuerpo enclenque y huesudo de prominentes senos. Hermione, aterrada, intentó resistirse al contacto que la mano de Theodore le proporcionaba a su piel, pero lo único que consiguió es que el chico le golpease una vez más, partiéndole así el labio.

Quiso gritar, pero el desgaste de sus cuerdas vocales no se lo permitió. Llevaba tanto tiempo sin alzar la voz que temía no poder soportar la vibración de su garganta. Tenía miedo a desgarrársela de la misma forma en que Nott le había desgarrado la única prenda que ocultaba su cuerpo desnudo.

Sin esperar a que ella se recobrase del reciente puñetazo, el joven aprisionó uno de sus firmes pechos entre los dedos, gozando plenamente del apetecible contacto. Un escalofrío le recorrió la entrepierna al notar la dureza del pezón que mantenía preso en la mano. De repente su miembro cobró vida propia. Ahora deseaba escapar del prieto pantalón que lo envolvía y explorar otras zonas que ya conocía, pero que nunca se cansaba de inspeccionar. Con ansia, Nott se desabotonó el pantalón vaquero que le oprimía la entrepierna y dejó libre aquella parte de él que reclamaba ahondar en el interior de la muchacha.

Hermione reprimió una súplica en su fuero interno, pues de nada le serviría más que para excitar más si cabía al joven mortio. Haciendo un esfuerzo por no chillar al sentir el agarre de Nott, se puso de rodillas en el momento en el que él se ponía en pie cuan alto era. Los dedos de él incrustados en su pelo le instaban a avanzar la cabeza a pesar de que ella hacía todo cuanto estaba en su mano por quedarse dónde estaba.

―Si eres buena conmigo, yo lo seré contigo―dijo él, soltándole el cabello para acariciarle con suavidad la nuca―. ¿Eres buena?

Hermione desfrunció los labios, sabiendo que nada podía hacer por evitar lo que ya de por sí era inevitable. Con lentitud, el miembro de Nott se coló entre sus ensangrentados labios, hundiéndose cuan larga era su cavidad.

―Eres una buena chica―la alentó él, volviendo a agarrarla con fuerza por el cabello para aligerar el ritmo de aquel movimiento que tanto lograba excitarle.

Sin poder contener los jadeos de placer, hundió todavía más el pene en la boca de aquella mujer que tan febrilmente deseaba poseer. Ella gruñó de dolor, pero no le importó. A él también le había dolido el contacto, pero ese dolor le avivaba, le sobreexcitaba.

Cuando ya no creía poder aguantar más, rozando ya el límite de lo antinatural, eyaculó dentro de ella, asiéndola con fuerza del cabello para conseguir que no pudiese alejase ni un solo milímetro de él. Un sonido grave escapó de lo más profundo de su garganta al notar cómo la lengua de ella reclamaba con ansia que la desprendiese del agarre. Pero no lo hizo, por supuesto que no iba a hacerlo. No lo haría hasta que ella tragase aquel trozo de él que le ofrecía por propia voluntad a pesar de que ella no era merecedora de tenerlo. Una sangre sucia no era digna de poder probar su cuerpo, pero Granger era distinta, al menos para él. La deseaba a todas horas, soñaba con poseerla día y noche, y ahora pretendían arrebatársela…, pero no lo conseguirían. Él jamás permitiría que se la llevasen de su lado.

Sin darse cuenta, la mano que agarraba con fuerza la cabellera de la muchacha se había convertido en un puño que amenazaba con hacerse hasta con el último pelo que formaba aquella salvaje melena castaña. Intentando apaciguarse, la soltó dejando por fin libre a Hermione, que cayó al suelo respirando con afán, como si hubiese estado a punto de ahogarse, cosa que, bien pensada, era más que probable.

Una sonrisa plagada de agitación se formó en el rostro de Nott cuando Hermione hizo intención de alejarse de él. Con satisfacción, el chico observó cómo ésta intentaba arrastrase en un vano intento hacia algún lugar seguro, algún lugar en el que Theodore no existiese. La acción le puso de mal humor, pero a la vez le estimuló.

Sin demasiado esfuerzo, cogió a la chica por el tobillo y la arrastró de nuevo hacia él dejándola una vez más boca arriba. Hermione gimoteó cuando el roce de su carne contra el asfalto abrió nuevas heridas a lo largo de su espalda y cintura.

Nott, todavía sin soltarla, volvió a contemplarla queriendo grabar aquel dulce rostro en la mente. A pesar de que los grandes ojos castaños de ella rebelaban odio, las facciones suaves de su cara lograban entibiarlo.

―No permitiré que te alejen de mí―le prometió Theodore, colocándose entre las piernas inertes de la joven―. No debes temer. Yo cuidaré siempre de ti.

Los agonizantes ojos de Hermione se clavaron en los de Nott en un intento fallido por abrasarlos. Nunca antes había deseado tan vehementemente su muerte. En lo único en lo que era capaz de pensar en ese instante era en las múltiples maneras en las que, de tener ocasión, podría acabar con él. Quería que sufriese tanto como ella, quería que sintiese cada una de las sensaciones que a ella la habían invadido durante el tiempo que había estado retenida en aquella húmeda celda. Algún día se vengaría de la forma más inhumana conocida por el hombre. Algún día…

Apenas habían pasado diez minutos y Nott parecía totalmente predispuesto a seguir con su tortura. Con una de sus manos emprendió un detallado recorrido por su muslo izquierdo mientras con la otra se dedicaba a exprimir su seno derecho. A Hermione ya no le quedaban fuerzas para gemir cuando los dientes de Theodore se hicieron dueños del pezón que le quedaba libre.

El chico hundió ligeramente los dientes en aquel pedazo de piel endurecida, gozando del estremecimiento al que había sucumbido el cuerpo de la castaña. El miembro volvía a reclamar atención tras un breve descanso. Todo cuanto tenía que hacer era penetrarla, pero aquella noche deseaba alargarla tanto como le fuese posible. Sin liberar el pezón de entre sus labios, se las ingenió para que su mano derecha llegase hasta la entrepierna de la joven. Al sentir los dedos sobre la vulva, Hermione hizo intención de cerrar las piernas, cosa que, por descontado, no consiguió.

Ávido de la chica, Nott decidió dejar los senos de ésta y hacerse con su boca, cosa que ella no le permitió. Furioso, Theodore clavó los dedos en la mandíbula de la castaña para inmovilizarla. Justo en el instante en el que su lengua logró infiltrarse entre los prietos labios de Hermione, su pene se introdujo por la cavidad que poco antes había estado rozando. Al principio el mortio reprimió el impulso de penetrarla por completo, pero ese impulso desapareció tan pronto como un gutural jadeo nació de su garganta. Necesitaba ahondar más en su interior, necesitaba poseerla por completo.

Haciendo caso omiso a los leves chillidos de Hermione, Nott dejó que su miembro se impulsase una y otra vez con fuerza, cada vez con más entusiasmo. No paró de penetrarla hasta sentir la humedad que ella empezaba a desprender al sentirlo dentro. Con una sonrisa complacida en el rostro, salió de su interior con una seguridad que a la castaña le resultó un mal presagio. Aquello todavía no había acabado.

Sin que la chica pudiese preverlo, Theodore la golpeó para colocarla boca abajo. Mucho antes de que ella pudiese darse cuenta de lo que pretendía, él ya se hallaba sobre ella, dispuesto a seguir con su juego.

Por primera vez Hermione fue capaz de gritar. Los pulmones lucharon por tragar la mayor cantidad de oxígeno posible para que sus chillidos pudiesen oírse incluso en el exterior, aunque sabía que nadie acudiría a su auxilio.

Nott, entusiasmado por la reacción de la joven, no tardó en volver a penetrarla, pero ésta vez incluso a él le dolió la penetración. Tuvo que ingresar en ella haciendo un esfuerzo extra, un esfuerzo que de inmediato tuvo recompensa. Los gritos de Hermione le ensordecieron mientras entraba y salía una y otra vez de ella. El contacto era más duro y la energía que tenía que poner en ella mayor, pero también el placer se había incrementado de una forma inimaginable. Ya fuese por los alaridos de ella o porque su miembro encontraba cierta diversión en inspeccionar nuevas áreas, sintió una oleada de placer inmensurable que sabía que no sería capaz de sentir con cualquier otra mujer que no fuese Granger.

―Te quedarás conmigo―repitió una y otra vez cerca del oído de la muchacha, cogiendo sus senos con fuerza entre las manos.

Un último alarido, mucho más intenso que los anteriores, precedió a la eyaculación. Durante varios minutos Nott permaneció impasible sobre el cuerpo inmóvil de la castaña. En cierta manera temía salir de ella porque eso significaba no verla hasta la noche siguiente, no sentirla hasta que el sol se escondiese de nuevo entre las montañas…

―Te echaré de menos―le susurró justo antes de abandonar su cuerpo magullado al frío de la noche y desaparecer tras la gruesa puerta de hierro.

Hermione no fue consciente del tiempo que transcurrió hasta que la luz volvió a invadir la mazmorra, pero para entonces ya se había prometido unas mil veces que, fuese como fuese y costase lo que costase, algún día acabaría con Theodore Nott.

2 comentarios:

  1. Hola!
    Waaaa gracias pro el anuncio. Bueno la historia es crudisima, y muy fría, pero es sorprendente!. Es muy buena la redacción que manejas, y como detallas cada escena, cada sentimeitno, cada entorno....estare por aca cada vez que pueda.

    Nos leemos.
    Oto

    ResponderEliminar
  2. OTO: Es un verdadero placer tenerte en el blog. Me encantaría que siguieses pasándote por aquí a menudo, y muchas gracias por los halagos!! Me has subido la moral en un instante, xD!! Un millón de gracias! BESOS!!!

    ResponderEliminar

BannerFans.com
Locations of visitors to this page