jueves, 7 de octubre de 2010

CAPÍTULO 7: VENGANZA

Un espasmo, un parpadeo, un jadeo ahogado en el eco…todo había terminado, lo presentía. Había logrado escapar, había ganado la batalla, había derrotado un mundo concebido por mortífagos. Quien sabía, incluso era posible que fuese la primera persona que hubiese conseguido despertar de la ilusión, o quizá alguien más a parte de ella lo había hecho con anterioridad. Pero, de ser así, ¿por qué no existía constancia de tal acontecimiento? Si cualquier otro mago había sido capaz de huir de ellos, ¿por qué no lo había hecho saber a los demás? ¿Por qué no había hecho todo cuanto pudiese por salvar al resto? ¿Por qué no había intentado ponerse en contacto con La Orden?

Pasos…, escuchaba pasos en la lejanía. Sintió el corazón palpitar con fuerza contra su tórax. ¿De verdad era posible que todo hubiese acabado? De ser así, ¿quién le había ayudado a escapar? ¿Quién había logrado infiltrarse en aquel mundo ilusorio para salvarle la vida? ¿Podía tratarse de algún miembro de La Orden? Quizá Ron, Luna, Harry o…Ginny. ¿Cómo había podido olvidar a Ginny? Tenía que volver a por ella cuanto antes, tenía que salvarla de las garras de Malfoy, no podía abandonarla a su suerte, se lo había prometido, no podía dejarla sola.

Reuniendo las fuerzas necesarias para ponerse de nuevo en marcha, abrió los ojos e intentó fijar la vista en algún punto claro y preciso, pero todo era borroso y no había nada allí que pudiese captar con la precisión necesaria. Sin embargo su olfato no parecía estar dañado. Podía oler con asombrosa maestría cada fuerte hedor que desprendía el lugar. Conocía bien esa inolvidable fetidez, pero era imposible. No podía haber vuelto allí, no podían haberla devuelto a ese lugar, no con él.

―Por fin has despertado―aquella voz era veneno para sus oídos―. Lo has hecho muy bien―las rudas manos de Nott acariciaron el palpitante cuello de Hermione.

―No me toques―farfulló sin poder alejarse de él. Estaba encadenada.

―Por lo que veo vuelves a ser la misma testaruda que antes de que te adiestrase―susurró Nott pasando las yemas de los dedos por la apretada mandíbula de la joven―. Deberías guardar más respeto al hombre que te ha salvado la vida, ¿no crees?

Las palabras se agolparon una tras otra en sus tímpanos como si no quisieran infiltrarse en ellos.

―Tú…―sollozó dándose finalmente por vencida.

―Sí, yo―dijo a escasos milímetros de los labios de la chica―. Yo te he ayudado a escapar de una muerte segura. Pero no te preocupes, encontrarás la forma de agradecérmelo.

Su serpentina lengua se infiltró entre los labios de Hermione haciéndola gritar, un grito que quedó sofocado entre besos excesivamente efusivos. No iba a volver a pasar por esa tortura, jamás iba a volver a dejar que él abusase de ella, no dejaría que Nott la apresase de nuevo.

Como incitada por la locura, apretó la mandíbula clavando los dientes en la ansiosa lengua del hombre que tanto odiaba. El sabor de la sangre empapó su boca. A continuación, un aullido desgarrador seguido por una sarta de golpes dio fin al lujurioso contacto. Prefería que él la azotase hasta que no quedase ninguna zona sana en su piel antes de que volviese a besarle.

―No eres más que una zorra―masculló Nott cogiéndola con fuerza por el pelo para echarle la cabeza hacia atrás. Conteniendo un gemido de dolor, Hermione le miró desafiante aún sabiendo que él la castigaría―. Tengo una sorpresa para ti―una espeluznante sonrisa se dibujo en su boca ensangrentada―. Te va a encantar.

Desde el primer momento supo que lo que le tenía preparado no sería para nada de su agrado. Su mente perturbada era capaz de idear la más despiadada de las sorpresas.

―Mira a quien he desenterrado ésta tarde para que te haga compañía.

Aún antes de dirigir la vista hacia el punto que él señalaba supo de quién se trataba, pero su mente luchó vanamente porque no reconocerla. Su lisa cabellera pelirroja le cubría el rostro, por lo que no podía distinguir si estaba despierta o seguía sumida en aquel trance del que Nott la había liberado.

―Eres un…

―Sabía que te gustaría―dijo, dibujando una macabra sonrisa que le erizó el bello―.Creo que estaremos de acuerdo en que ésta vez no me costará tanto tenerte controlada, ¿me equivoco?

Hermione sintió cómo la sangre le hervía bajo la piel. Creía haber deseado en el pasado la muerte de Nott, pero ahora era distinto, ahora emplearía toda su vida si era necesario para hallar una forma de destruirle, una forma de mantenerle vivo y muerto a la vez. No iba a dejar que muriese hasta que cada ínfima parte de su cuerpo se hubiese vengado de él.

―Así está mejor―Theodore se aproximó a Ginny y alargó la mano para cogerla por el mentón.

―¡No la toques con tus asquerosas manos! ―gritó Hermione intentando desasirse de las cadenas.

Un gesto que nunca había visto plasmado en el rostro de Nott la dejó entre perpleja y furiosa.

―Esto es mucho mejor de lo que había imaginado―canturreó él alejándose del cuerpo inmóvil de la pelirroja―. Estás celosa.

En ese instante fue cuando todas las dudas que Hermione tenía sobre la salud mental de su enemigo se difuminaron por completo. Estaba loco, mucho más de que había imaginado nunca.

―Sabes que eres la única que ocupa mi mente. Tú me das la fuerza que necesito para la batalla―Nott se acercó a paso lento hacia ella―. Me he convertido en uno de los mejores mortífagos que el mundo nunca ha visto. Y todo por ti... ―sus ensangrentados dedos se infiltraron bajo la camiseta de Hermione, que se estremeció de puro asco―. Tú…, una simple impura, eres la causa de mis victorias. Gracias a ti mato a los tuyos. Irónico, ¿verdad?

La castaña escupió en plena cara a Theodore, que se limpió con la manga de la camisa antes de golpearla repetidas veces.

―¿Es que acaso no entiendes lo que me duele tener que castigarte? ―dijo Nott, cogiéndola del cuello para que le mirase―. Pero no puedo permitir que mi preciosa mascota saque los dientes. No sería propio de un buen dueño―. Los ojos de él la observaron con ansia.

Era asquerosa la forma en que la miraba, insoportable la manera en la que la tocaba. No soportaba su presencia, el simple roce con él le daba arcadas.

Nott, embriagado de lujuria, se pegó a ella empujándola con brusquedad contra la pared. Un gemido brotó de los labios de Hermione, pero no a causa del choque, sino porque a consecuencia de éste algo se le había clavado en la espalda. Era como una especie de palo alargado, rígido. Era como una especie de…varita. ¿Cómo era posible?

Intentó alcanzarla, pero las cadenas y el acercamiento de Nott se lo impedían. Tenía que conseguir que él la liberase.

―Lo siento, Theodore―el simple nombramiento de su nombre le producía arcadas―. Siento no haber sido consciente hasta ahora de todo lo que has hecho por mí. Primero me escondes aquí para ponerme a salvo aún a riesgo de que los tuyos te descubran, luego intentas protegerme de Malfoy y ahora…me salvas la vida y me proporcionas de nuevo un escondrijo. Y todo lo has hecho por mí, poniéndote una y otra vez en peligro, sólo por mí…―Nott no habló, ni siquiera parpadeó. Estaba embelesado por sus palabras; palabras cargadas de un odio que él no parecía captar―. Podrías quítame las cadenas y dejar que te lo agradezca cómo te mereces.

Cuando Nott la soltó se quedó de piedra por un momento sin saber muy bien qué hacer a continuación. ¿Cómo un truco tan burdo había podido funcionarle tan bien? Acababa de aprender el fascinante juego de la seducción y le gustaba, se sentía poderosa por primera vez en mucho tiempo.

Con una seguridad impropia de ella, cogió a su enemigo por el cuello y lo atrajo hacia sí sin dejar que sus labios se rozasen ni por una milésima de segundo.

―¿Puedo hacerte una pregunta? ―las yemas de sus dedos rozaron sinuosamente la nuca de Nott, que cerró los ojos intentando no perder el control de su cuerpo antes de tiempo―. Dime, ¿qué has querido decir antes con lo de que la has desenterrado? ―fisgoneó Hermione mirando de refilón a Ginny.

Esa era una pregunta que él jamás hubiese respondido, pero ahora, en ese preciso instante, Hermione sabía que podía conseguir todo cuanto quisiese de ese hombre.

Theodore acarició con lentitud la espalda y cintura de Hermione deseándola más que nunca. Esa nueva faceta que ella mostraba le gustaba. Es más, le fascinaba, le excitaba, le sorprendía. Por fin Hermione valoraba todo su esfuerzo, comprendía por qué había tenido que castigarla tan asiduamente.

―Cuando capturamos a una presa y la sometemos al hechizo ilusionador, ésta se queda en un estado de inconsciencia absoluta―explicó―. La presa sigue con vida, pero a ojos de cualquiera parece muerta.

―¿Y qué hacéis con el cuerpo? ―susurró seductoramente introduciendo lentamente la mano por debajo de la camiseta de Nott―. Quiero decir, cuando capturáis a la presa, ¿os la lleváis a algún lugar en concreto o la dejáis tirada en cualquier cuneta?

―Normalmente la colocamos en algún punto estratégico para que la familia la encuentre.

―De manera que ellos creen que la presa a muerto y la entierran; como pasó en el caso de Ginny, ¿cierto? ―Hermione, diestra, desabrochó los primeros botones del pantalón de Nott.

―Es una forma bastante eficiente de atraer a nuevas presas―comentó él, suspirando de excitación―. Durante el entierro de Weasley capturamos a varios rehenes valiosos. Suelen estar tan destrozados por la pérdida que olvidan mantenerse alerta. Idiotas.

Hermione, ya al límite de su paciencia, sacó la varita y lanzó a Nott contra la pared. Oyó cómo se le rompían un par de huesos y sonrió complacida. Acto seguido, mucho antes de que él pudiese ser consciente de lo que ocurría, le paralizó el cuerpo y lo encadenó donde poco antes ella había estado retenida.

Se le ocurrían mil formas de hacerle sufrir, de hacerle pagar todo el mal que había causado, pero algo le impedía torturarle. Una voz en su interior le recordaba que ella no era como ese ser que tenía enfrente.

―Tienes suerte de que no sea como tú―le dijo sin dejar de apuntarle con la varita―. He deseado éste momento desde el primer día que me pusiste un dedo encima. Durante éstos dos años no he hecho más que imaginar mi venganza, las múltiples maneras en las que podría partirte los huesos, hacer que te desangrases y que gritases de dolor hasta suplicar que te matase―masculló entre dientes―. Te ahorraré largas horas de sufrimiento y angustia. Púdrete en el infierno Theodore, ¡Avada Kedavra!

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