jueves, 7 de octubre de 2010

CAPÍTULO 6: EL DESPERTAR

¿Por qué su enemigo seguía en pie? ¿Por qué no podía morir? Acaso sus conjeturas habían sido erróneas, ¿estaba equivocada? ¿Y entonces por qué él sí que había conseguido herirla en una ocasión? Nada encajaba, nada de lo que ocurría antes sus ojos parecía tener lógica. Lo único que en ese momento le parecía coherente era alejarse tanto como pudiese de su potencial rival. Debía huir y esconderse hasta descifrar el mensaje en clave que le habían entregado.

Quizá no podía considerarse digno de un Auror ocultarse, pero no había nada que desease más en ese instante que mantenerse lejos de Draco Malfoy.

Corrió sabiendo que le iba la vida en ello, aunque desde un primer momento supo que no podría escapar. Él era el que mandaba, el que conseguía todo cuanto deseaba con sólo pensarlo.

El suelo de piedra volcánica se le clavaba a las suelas de los zapatos provocando que su escape resultase un espectáculo lamentable. No era capaz de aumentar la marcha por miedo a que la fina suela de goma se partiese. Si existía un símil entre ella y cualquier otro animal sin duda se asemejaría a una pobre gacela herida, tan patética y frágil...al acecho de cualquier depredador que estuviese dispuesto a saciar su apetito.

La irrealidad es la liberación, pero la irrealidad necesita a la realidad para existir y la realidad sólo puede existir si se produce un choque entre dos entes reales―se repitió Hermione intentando extraer una nueva conjetura.

Y de repente, la halló. Al instante cesó la carrera y dirigió la vista atrás. Malfoy la miraba desde la lejanía con una peculiar sonrisa pintada en el rostro. ¿Era posible que él estuviese enterado de que acababa de dar con una solución que explicaba la razón por la que no le había dañado al atravesarle el cuerpo con un tronco del grosor de su brazo?

―La daga era verdadera―dijo en voz alta como si esperase que Draco le diese la razón―, por esa razón pudiste herirme. Nada de lo que hay aquí es real, lo que significa que ningún objeto que utilice para defenderme podrá causarte el más leve rasguño en la realidad.

La sonrisa de Malfoy se acrecentó y, con ella, la esperanza de Hermione se desvaneció. Él podía infiltrar objetos reales en ese mundo ilusorio sin que ella lo supiese, lo que significaba que cualquier elemento que la rodease podía resultar ser verdadero o falso. ¿Cómo iba a saberlo? No podía dedicarse a comprobar si cualquiera de esas posibles armas naturales eran capaces de perforar el cuerpo de su enemigo y era imposible averiguarlo a simple vista.

―¡No hay ninguna salida, ¿verdad?!―chilló rasgándose las cuerdas vocales.

¿Cómo había podido dejarse engañar de una forma tan burda? La desesperación había hecho que creyese que podría sacar de allí a Ginny, que podrían escapar juntas. Por un instante había sido capaz de considerar la idea de que alguien la estuviese ayudando, de que alguien hubiese sido capaz de burlar la magia que daba vida a aquella mentira.

―Has sido tú―susurró dejándose caer al suelo. Hacía un esfuerzo sobrehumano por mantener las lágrimas a raya. No iba a permitir que él viese el desespero que acababa de invadirle, no lo permitiría―. ¡No eran más que mentiras! ¡Ese estúpido acertijo ni siquiera tiene ningún significado, ¿no?!

La sonrisa de Malfoy se borró al instante cómo si no comprendiese qué era lo que Hermione le estaba revelando a voz en grito. ¿Era posible que él no tuviese constancia de la nota? Si era así, ¿significaba eso que lo que había leído podía tener sentido al fin y al cabo? ¿Podía ser que existiese una salida?

Un grito desgarrador interrumpió sus conjeturas. Durante una fracción de segundo el tiempo se detuvo, justo en el instante en que lo hacía el corazón de Hermione.

―¿Ginny? ―susurró para sus adentros poniéndose en pie.

Sin poder evitarlo, sus ojos buscaron con ansiedad a Malfoy, que seguía de pie ante ella, impasible, sereno.

Un nuevo chillido le hizo despertar de esa especie de trance en el que parecía estar sumergida. Escrutó cada rincón que le rodeaba, pero no fue capaz de descubrir el origen de los gritos.

―¡¿Dónde está?! ―vociferó acercándose a paso rápido hacia Draco―. ¡Dime dónde está!

A pesar de sus bramidos encolerizados el rubio no pareció inmutarse lo más mínimo. Era como si nada de lo que estaba sucediendo fuese con él, no reaccionaba ante los alaridos de Hermione ni ante su aproximamiento veloz. ¿Es que no tenía sangre en las venas?

Otra exclamación de dolor agujereó los tímpanos de la castaña dejándola entre aturdida y agitada. Tenía que encontrarla cuanto antes. Debía salvarla de lo que fuere que Malfoy le estaba haciendo.

―¡Dímelo! ―le ordenó justo antes de alzar el puño al aire y golpearle en la mandíbula con toda la fuerza que poseía.

Fue en ese instante cuando comprendió que quizá no le hiciese falta ningún objeto para destruir a Draco Malfoy porque Ginny le estaba dando la fuerza necesaria para hacerle frente. Iba a partirle todos los huesos del cuerpo, iba a estrangularle, iba a arrancarle el corazón con la mano, iba a…

De repente todo se volvió borroso mientras una sarta de pinchazos le invadía la parte derecha de la cabeza. A continuación dolor seguido por un penetrante pitido en el oído derecho. No entendía qué había pasado, no era capaz de rememorar lo ocurrido segundos antes.

Poco después comprendió que su enemigo le había devuelto el golpe y, sin duda, éste había sido bastante más fuerte y doloroso que el suyo. Cuando por fin recuperó la visión observó con cierta satisfacción que Malfoy escupía sangre de la boca.

Pronto retomó su energía y volvió al ataque. Se puso en pie de un salto e intentó golpear de nuevo al rubio, que consiguió parar el golpe, cogerle el brazo y retorcérselo hasta hacerle aullar de dolor. Ahora no sólo eran los gritos de Ginny los que rompían el silencio.

―¿No quieres salvar a tu amiguita, Granger? ―le susurró junto al oído―. Pues deberás hacerlo mejor.

Sin planear lo que haría a continuación, lanzó una patada hacia atrás logrando que él la soltase. Con cierto regocijo, emprendió una carrera hacia el linde que separaba la oscuridad de la luz. Ni siquiera sabía por qué se dirigía hacia allí, sólo intentaba escapar de Malfoy porque su instinto le apremiaba a hacerlo.

Apenas le separaba medio metro del día cuando Draco se lanzó sobre ella rabioso, deseoso de matarla. Forcejearon uno sobre otro golpeándose a diestro y siniestro sin importar lo que les rodease, sólo existían ellos dos en aquella batalla por la supervivencia.

Los minutos pasaron con rapidez mientras intentaban dañarse mutuamente y pronto el cansancio se hizo dueño de Hermione. Llevaba tanto tiempo sin luchar, sin ejercitar los músculos y sin una buena alimentación que no era de extrañar que la fuerza se le estuviese agotando con tanta rapidez.

―¿Cansada? ―cuestionó Draco justo antes de golpearle en el vientre con el pie.

La patada la lanzó cerca del fuerte oleaje. Ya ni siquiera tenía fuerzas para levantarse. Estaba agotada, ensangrentada y dolorida.

―No puedo creerlo―se mofó él―. Nunca pensé que te rendirías con tanta facilidad―continuó agarrándola por el pelo para ponerla en pie.

Hermione se retorció de dolor al quedar a la altura de su rival. Quería seguir luchando, no había nada que desease más, pero era evidente que no podía hacer nada para detenerle. Ya no podía seguir golpeándole con la esperanza de dejarle inconsciente. Parecía algo imposible.

―No sé cómo has averiguado lo de la daga―dijo colocando una mano en su cuello―, pero como puedes ver de nada han servido tus inagotables indagaciones. Mala suerte, Granger.

―Dos entes reales…―farfulló para sí misma―, el choque de dos entes reales…

Inesperadamente Draco la soltó no sin golpearla una vez más. El alborotado mar envolvió a Hermione haciendo que sus fosas nasales se colapsasen de él. Se estaba ahogando y ni siquiera podía alzar el rostro para coger aire.

Sintió los duros dedos de Malfoy comprimirle el cuello e, instantes después, se hallaba cogiendo ansiosamente oxígeno bajo los abrasadores rayos de sol.

―¿Qué has dicho?

Las yemas de los dedos presionaron su nuca como si esperasen que vomitase la respuesta.

―La realidad existe gracias a la irrealidad y a la inversa―formuló ella―, una no puede existir sin la otra.

De nuevo Hermione se halló con el rostro dentro del agua. Hasta que sus pulmones no pidieron desesperadamente auxilio, Malfoy no le permitió sacar la cabeza del oleaje.

Por primera vez comprendió el significado de las palabras escritas. La única forma de escapar de todo aquello era mediante una acción irreal, una acción que en el mundo real jamás sería posible que sucediese, algo impensable.

El choque de dos entes reales, esa era la respuesta. El choque entre ella y Malfoy, el contacto entre ambos formaba parte de la irrealidad, el contacto…físico. Por fin lo había descifrado, esa era la salida.

Sin que Draco pudiese preverlo, Hermione reunió el último ápice de energía que le quedaba para pegarle un codazo en el estómago. Una vez libre, se giró cara a su enemigo reuniendo la valentía necesaria para hacer frente a la prueba que la vida acababa de concederle. Esperando que su acto no la llevase de cabeza al infierno, cogió con fuerza el rostro de su enemigo ―aturdido por el golpe― y fundió sus labios cortados con los de él.

El sabor ferroso de la sangre de ambos se entremezcló en aquel efímero contacto, una unión que la liberó de la ensoñación.

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