jueves, 7 de octubre de 2010

CAPÍTULO 8: SAQUEO, MENTIRAS Y UNA CITACIÓN

Con Nott colgando inerte de las cadenas y armada con una varita Hermione sabía que quizá, si la suerte estaba de su parte, pudiese huir de allí sin que nadie la interceptase por el camino y le hiciese frente. Aún así nunca hubiese imaginado que resultaría tan fácil abrir la puerta de la celda, desencadenar a Ginny, cargarla sobre los hombros y recorrer el pasillo que conectaba las celdas a la primera planta sin que nadie se cruzase entre ella y la libertad. El lugar estaba desierto. No se respiraba ni una sola alma en aquella especie de casa de desmesuradas proporciones. Comparada con la celda parecía diez veces mayor de lo que seguramente era en realidad.

Pronto descubrió cual era la razón de que no hubiese encontrado ni una sola persona transitando tranquilamente alguno de los infinitos pasillos o de las inmensas salas. Al ingresar precipitadamente en lo que parecía una librería de asombrosas dimensiones, halló dos cadáveres yaciendo juntos junto a las brasas de un fuego prácticamente consumido. No reconoció a ninguna de las dos chicas. Por la ropa que vestían supo que se trataba de simples criadas, una especie destinada a morir joven. Lo más probable es que se tratase de sangres sucias, aunque podía ser que alguna de ellas perteneciese a alguna familia de sangre mestiza de baja reputación. Sintió una punzada de remordimiento al darse cuenta de que nada del importaba más que abandonar esa casa cuanto antes. No le importaba cuantos cadáveres le tapiasen la salida, lo único que quería era sacar a Ginny de allí y buscar un lugar seguro en el que poder esconderse.

Dando media vuelta, aceleró el paso hacia el pasillo en busca de la cocina. No sabía cuanto tiempo pasaría antes de poder volver a llevarse algo digno de ser llamado comida a la boca. Necesitaba coger fuerzas y, al parecer, nadie iba a impedirle que robase alguna que otra hogaza de pan, un par de botellas de agua de la nevera, una botella de vino y cinco latas de conserva que encontró en el fondo de uno de los armarios. Mientras Ginny descansaba sobre el frío suelo del salón envuelta en una manta que Hermione había encontrado por casualidad en uno de los cuartos que había inspeccionado, ésta introdujo toda la comida que sabía que podría cargar con facilidad en un pequeño y ligero saco de tela que había cogido de debajo de la cama de lo que parecía una habitación destinada al servicio, había robado un par de mantas más ­-de tela ligera pero cálida al tacto-, y se había adueñado de un puñado de monedas -tres galeones, cinco sickles y una docena de knuts- que había pillado del mismo cuarto de donde había obtenido poco antes las mantas.

En parte se sentía culpable por robar posesiones de otras personas, y más si a éstas las habían asesinado poco antes, pero por otra parte sabía que sin todo aquello sería incapaz de sobrevivir en el mundo que le esperaba allí fuera, y mucho menos cargando en brazos con el cuerpo rígido y pesado de su mejor amiga. Si ya de por sí llamaría la atención en el mundo mágico, ¿qué podía esperar si a eso le añadía un cuerpo aparentemente inerte y con aspecto de haber sufrido una larga sarta de torturas?

Mientras recogía sus nuevas pertenencias se contempló por el rabillo del ojo en la superficie lisa de una olla reluciente. Su rostro presentaba magulladuras aquí y allá -unas casi curadas y otras, más recientes, de un intenso rojo amoratado-, su pelo había perdido todo brillo y sus ojos…, sus ojos eran completamente desconocidos para ella. Se veían mucho más oscuros, siniestros y profundos que nunca, como si en ellos jamás hubiese existido la más mínima mota de emoción. Intentando mantener la mente fría, apartó la vista de su reflejo y atrapó con aparente facilidad a Ginny pasándola por encima del hombro derecho mientras que el que quedaba libre se hacía cargo del saco de tela.

Antes de conseguir localizar la salida avistó tres cadáveres más tendidos en diferentes salas -dos de ellos hombres y una mujer, y sólo uno de ellos contaba con poco más de treinta años de edad-. Estaba tan acostumbrada a ese hecho que no disminuyó en ningún instante la marcha ni vaciló a la hora de determinar que estaban muertos. Si una cosa había aprendido en la guerra era a reconocer cadáveres. Todos ellos destilaban un característico olor a muerte que era capaz de captar desde el exterior.

Hasta pasados veinte largos minutos no se percató de que no le dolía la herida del vientre. Y cuando paró un cuarto de hora después a hacer una breve pausa en el trayecto, descubrió con cierto asombro que la piel antes dañada permanecía suave y lisa allí donde poco antes había estado rasgada y ensangrentada. Lo más probable fuese que Nott la hubiese curado sabiendo que lo más probable fuese que muriese desangrada antes de recobrar la consciencia. Si había algo que Theodore Nott cumplía a rajatabla era su concepto de la tortura: "Golpea a tu enemigo hasta dejarlo exhausto, pero no hasta matarlo. Deja que se recupere de sus heridas y golpéale doblemente".

En ese momento pensó en lo estúpida que había sido al enfrentarse a su torturador. Hubiese tenido que hacerle pagar por tantas cosas…, no había sido justa ni con ella ni con Ginny al no hacerle padecer ni el más remoto sufrimiento que ambas habían vivido en sus manos. El único placer que encontraba en todo aquello era que Nott por fin estaba muerto y que quizá pasase mucho tiempo hasta que alguien lo encontrase encadenado en una de las celdas subterráneas de su casa. Quizá para entonces sólo fuese un puñado de carne putrefacta y huesos carcomidos por las ratas. Aunque pareciese cruel, ese pensamiento le reconfortaba.

Recostada en el tronco de un árbol pensó en lo que les depararía el futuro a Ginny y a ella. ¿Qué iba a hacer ahora que era libre? Debía encontrar la manera de despertar a su amiga, encontrar un refugio antes de que alguien la reconociese y alertase a los mortios y hallar una forma de liberar al resto de presos que el enemigo mantenía en un sueño profundo que derivaba en muerte.

Estaba exhausta, tenía hambre, frío y, aunque no quisiese reconocerlo, tenía miedo. Temía lo que le depararía el futuro. Estaba sola, sin ninguna pista, sin ningún hogar al que regresar, sin la más remota idea de dónde podían estar ocultos los pocos miembros de La Orden que no habían sido capturados o asesinados y, para colmo no sabía que lugar concreto del país estaba recorriendo a plena noche. Sólo avistaba árboles de gran estatura, tierra seca forrada por un manto verde oscuro y un cielo encapotado que de vez en cuando dejaba a la vista una luna menguante y unas pocas estrellas sin apenas brillo.

Antes de cerrar los ojos y dejar que el sueño se hiciese preso de su mente, arropó a Ginny bajo un árbol de espesas ramas ante la probabilidad de lluvia, dio un par de mordiscos a una de las cuatro hogazas de pan que había guardado en el saco, bebió un poco de agua y se cubrió con una de las finas mantas que precavidamente había decidido coger en el último instante de la casa de Nott. Aquella noche durmió despertándose cada cuarto de hora asiendo con fuerza la varita entre los dedos. Fue cuando comprendió que tardaría años en recuperar la suficiente serenidad para dormir de un solo tirón.



Se levantó poco antes de que la luz tiñese el cielo de un rosa anaranjado que le puso de un humor excelente. Hacía tanto tiempo que no observaba algo tan hermoso y a la vez tan común que casi rompió a llorar de la emoción aunque, por supuesto, se contuvo.

Con Ginny colgando de sus hombros y la bolsa golpeándole suavemente la cadera a cada paso reanudó la marcha hacia ninguna parte en concreto. Intentaba encontrar un lugar lejano y oculto del mundo dónde nadie la reconociese. Hubiese podido aparecerse en cualquier lugar, pero no le parecía seguro. En los tiempos que corrían aparecerse y desaparecerse de un sitio a otro era lo más insensato que un mago que se preciase podía hacer. Las redes de transporte mágico no eran viables para los fugitivos o aquellos que estaban en busca y captura. Era una forma sencilla de encontrar a un sujeto en cualquier parte del mundo.

Otra de las cosas que podía resultar ilógica era el hecho de que Hermione cargase a hombros a Ginny cuando perfectamente hubiese podido transportarla mediante la magia, pero el uso de ésta también resultaba peligroso. En especial si algún muggle te veía practicarla o si, en el peor de los casos, un miembro de El Séquito de Voldemort te encontraba haciendo uso de la magia fuera de los límites establecidos. Llevaban un control extremadamente estricto del uso de la varita. Sólo aquellos que perteneciesen a El Séquito podían utilizarla cuando y donde les viniese en gana. El resto no podía desenfundar un arma fuera del recinto permitido, lo que se reducía al Callejón Diagón, el Callejón Knockturn, Hogsmeade y Hogwarts y sus terrenos.

La mañana pasó insospechadamente rápida y entretenida para Hermione. Cada ínfimo detalle del lugar la embriagaba de una forma indefinible. Cada olor se infiltraba por sus fosas nasales impregnándolas de una droga insaciable. Sus ojos recorrían cada detalle del bosque como si fuese la primera vez que veían uno. Si alguien la hubiese visto caminar con paso desgarbado y mirada perdida hubiese asegurado que estaba chiflada o perdida, aunque sólo una de las dos cosas era en parte cierta. Realmente no estaba perdida, simplemente no sabía a qué lugar acudir. Suponía que refugiarse entre muggles era lo más apropiado, ¿pero cómo iba a presentarse con Ginny semimuerta en sus brazos ante cualquier no-mago? Si llamaba mucho la atención los muggles se alterarían, lo que causaría que en pocos minutos estuviese rodeada por una docena de mortios con las armas desenfundadas.

No fue hasta entrada la tarde cuando reparó en un pequeño hostal perdido en ninguna parte que había visitado con sus padres hacía ya una eternidad. Los dueños eran viejos amigos de la familia, discretos pero curiosos. Si se inventaba una buena historia que saciase su curiosidad podría permanecer allí unos cuantos días sin ningún peligro.Con el corazón palpitándole con fuerza, aspiró una fuerte bocanada de aire y se desapareció.



El hostal era pequeño y demasiado silencioso como para resultar agradable. Estaba rodeado por el bosque y sólo permanecía conectado al pueblo más cercano por un estrecho camino de piedras que se unía a éste a casi 1 Km de distancia. Era el escondite perfecto, por el momento.

Sin poder disimular las ganas que tenía de dormir en una cama mullida y comer un plato caliente y abundante, aceleró el paso -casi corrió- hacia la entrada. El tintineo de una campanita colocada sobre la puerta advirtió a los dueños del hostal de su llegada.

-Bievenida a Deeplake, le recomendamos que…-la mujer rechoncha que la había atendido con una sonrisa enmudeció casi al instante-. ¡Santo Dios! ¿Pero qué…? ¡Bob, ven enseguida!

La expresión de Hermione cambió de una impasibilidad absoluta a una interpretación perfecta de la histeria y la preocupación mezcladas con el dolor físico que realmente todavía le producían las heridas, aunque realmente no había reparado mucho en ellas hasta entonces.

-¡Bob! -gritó de nuevo Cathy, la dueña, acercándose a Hermione elaborando exagerados aspavientos de manos.

-Ya va, ya va…-rezongó la voz del hombre justo antes de cruzar la puerta que daba al recibidor-. ¿Qué…? -ni siquiera hizo falta que formulara la pregunta. Al instante dijo con seriedad y con toda la seguridad del mundo: -. Os habéis caído por el Barranco Muerto. ¡¿Es que no leéis los carteles?! -gruñó con cierto enfado casi paternal-. Chiquilla, es peligroso ir solas por el bosque, sin el equipamiento necesario y sin tener ni idea de los elementos geográficos de la zona. ¡Es una insensatez! A veces me pregunto qué os pasará a los jóvenes de hoy en día por la cabeza…

-¡Bob! -Cathy lo miró entre conmocionada y furiosa por su reacción-. Están heridas.

En realidad no se había parado a pensar en cómo debían verse desde los ojos de cualquier otra persona. Hermione quizá iba más magullada que Ginny, pero ésta estaba tan pálida que su pelo rojo no hacía más que acentuar un aspecto enfermizo, casi cadavérico. Seguramente íban tan llenas de mugre por haber dormido a la intemperie y haber caminado durante casi un día, por no hablar del tiempo que llevában encerradas, que el hombre no había dudado ni por un instante en creer que lo único que les hubiese podido pasar para presentar tal aspecto era que hubiésen rodado cuesta abajo por un barranco. Resultaba un tanto cómico y a la vez un poco insultante.

-Pasad, pasad-instó Bobo haciéndose camino hacia el piso superior-. Sígueme. La acostaremos en una de las camas. Supongo que un buen descanso será mejor que…-entonces Hermione reparó en que no tenía dinero para pagar el hostal, al menos dinero muggle.

-Bob, no puedo…quiero decir que no tengo con qué pagar…

-¿Crees que aquí vale de algo el dinero de los Granger? Ni hablar, no señor.

El hecho de que la hubiese reconocido la reconfortó de una manera inimaginable. Por su anterior reacción había dado por supuesto que no se acordaba de ella, pero por lo visto no estaba en lo cierto, cosa que últimamente le pasaba a menudo.

Esa noche con el estómago lleno y una cálida cama donde dormir fue la primera vez que pensó en los cinco cadáveres que había encontrado en la casa de Nott. Era evidente que éste no los había matado. Primero, porque no era tan estúpido como para perder a cinco de sus criados, segundo, porque había estado demasiado entretenido con ella como para que le quedase tiempo de matar a diestro y siniestro en su propia casa. No, no había sido él, ¿pero quién sino? ¿Quién podría haber entrado allí y asesinar a todo ser vivo que se cruzase en su camino? ¿Ya estaban muertos cuando Nott había bajado a los calabozos o la matanza había ocurrido más tarde? En ese caso, ¿por qué el asesino no había bajado a la celda en la que nos encontrábamos y nos había matado a nosotros también? Otra cuestión importante era la varita, esa varita que ahora observaba atentamente y que mantenía bien sujeta entre los dedos. Recordaba esa varita, había pertenecido a Nott, ¿pero cómo había llegado a su bolsillo? Era evidente que Theodore no se la había metido allí esperando que ella hiciese uso de ésta. Alguien quería que ella matase a Nott, alguien había planeado todo aquello sabiendo que el rencor de Hermione y el fuerte sentimiento de venganza que sentía hacia ese hombre acabarían por llevarla a convertirse en su asesina. Alguien le había incitado a hacer el trabajo sucio, había sido cómplice de un juego sucio, había formado parte del plan ejerciendo de cebo. Era una estúpida.

De repente de la punta de la varita asomaron unas chispas rojas que le pillaron por sorpresa causando que soltase el arma, que cayó sobre el grueso edredón de plumas. Tras unos segundos de chisporroteos rojizos, una nota arrugada se apareció sobre el edredón, ante la punta de la varita.

Entre ansiosa y curiosa, Hermione cogió la nota y la leyó para sí:

Si quieres que tu amiguita vuelva a la vida acude mañana a las 20:20 en el Barranco Muerto, sola y desarmada.


No había firma, ni la escueta carta estaba escrita a pluma. Aunque, aún así, dudaba que hubiese podido reconocer la letra de la persona que acababa de citarla para el día siguiente. Era probable que no saliese con vida del encuentro, pero era la única pista que para entonces poseía, la única forma de encontrar la salvación para Ginny. Aunque una cosa estaba clara: no era tan inconsciente como para ir desarmada a una invitación semejante.

2 comentarios:

  1. Ya te lo eh dicho, escribes muy bien y me mantienes muy intrigada con esta historia sobre todo pork no leo muchos blogs de HP bueno ninguno en realidad!!!
    No te habia comentado pork no eh pasado por Blogger en un tiempo y sin duda publicaste rapido :D
    Pero ya me puse al corriente y me tendras por aqui seguido porque tu historia me tiene enganchada!!

    Cuidate!!!
    Elii (anotherstoryoftwilight.blogspot.com) anotherstoryoftwilight@hotmail.com :D

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  2. Muchísimas gracias Elii!! Espero poder verte por aquí a menudo, me encantan tus visitas. Me subes mucho la moral, xD! Un beso enorme y hasta pronto!!

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